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En el 27 inventó 'su' automóvil y la noticia se comentó en todo Aragón. La familia conserva de aquello una anécdota gloriosa: "No tenía dinero para carrozar el coche -relata su sobrino-, así que, cuando decidió llevarlo a Madrid para patentarlo, ató una silla de anea al chasis, se sentó encima y lo condujo él mismo desde Zaragoza hasta el Ministerio de Industria en Madrid. El prototipo se perdió durante la Guerra Civil. Nunca más se supo de él, y tampoco, al parecer, se culminó nunca el proceso de patente. De ser así, seguramente la vida de Lorenzo hubiese sido muy distinta. Y es que su motor tenía un gran rendimiento porque los cilindros eran muy pequeños". Lorenzo acabó colocándose en unos talleres en Madrid. De allí, con ayuda familiar, acabó emancipándose para crear un pequeño negocio familiar, que reparaba coches construyendo las piezas necesarias.
Como suele ocurrir, el aragonés que es emprendedor... termina en Madrid... o emigrando, vaya. Y obviamente... tampoco tiene calle en Zaragoza. Así somos...
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